La utopía del urbanismo contemporáneo es convertir las ciudades en espacios habitables. Eso es lo que nos venden por tierra, mar (si lo hay) y aire, pero basta salir a la calle cualquier día del año para darse cuenta de la distancia que separa la realidad (prosaica) del perverso juego de espejismos en el que nuestros próceres han convertido la gestión urbana. Decimos gestión por decir algo: en la política local nadie gestiona nada; todo es un perpetuo anuncio. Llámenlo ustedes, queridos indígenas, propaganda, all is phony. En la vida existen dos clases de personas: las que sueñan e intentan que sus sueños se conviertan en realidad y aquellas que prometen los sueños que saben de antemano que no pueden cumplir. Nuestro ilustre alcalde (y su equipo) pertenecen a esta segunda categoría, que podríamos definir como la de los melancólicos si no fuera porque su negocio (político) es seguir en la Alcaldía gracias a los guiños y las medias sonrisas. Hechos no hemos visto ninguno todavía. As time goes by.
La Noria del miércoles en elmundo.es
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