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Literatura

La honestidad (brutal) de Henri-Frédéric Amiel

carlosmarmol · 7 agosto, 2024 ·

“Confiarse es exponerse y entregarse: pero ese valor conmueve a los corazones magnánimos”. Este es todo el secreto. La verdadera forma sagrada. El único método. Henri-Frédéric Amiel (1821-1881), el autor de esta frase, vivió poco tiempo y con tormento los sesenta escasos años que le deparó el destino, pero su trayectoria sobre la Tierra, más literaria que vital, nos dejó como fruto (artístico) un colosal Diario íntimo –17.000 páginas que suman hasta doce tomos– en el que cristalizarían las formas modernas de narrar algo tan vaporoso, trascendente y difícil como la intimidad individual. Nuestra pesadilla principal. Y también nuestro único tesoro. Si Gabriel Ferrater dejó escrito sobre Josep Pla que el gran prosista catalán nunca superó por completo el pavor que sufría a la hora de intentar relatar su ethos vivencial –el autor de El cuaderno gris fue un portentoso retratista y un prodigioso periodista, pero siempre escondió bajo la franqueza aparente de la literatura autobiográfica todos los grandes secretos de su vida–, de Amiel, un oscuro profesor de Filosofía en la Suiza de hace ahora dos siglos, hombre sombrío con aspecto de irremediable enfermo de espíritu, cabe decir justo lo contrario, porque su mayor aportación a la historia de las letras es haber creado el molde donde verter –sin traicionarse– y conservar –frente al tiempo– las reflexiones de una vida vulgar (como la de casi todos, por otra parte) que, a través de la escritura, puede convertirse en sabiduría imperecedera, aunque se formule bajo el disfraz y las fútiles convenciones de los calendarios.

Las Disidencias en The Objective.

‘Guerra en España’: la edición definitiva

carlosmarmol · 2 agosto, 2024 ·

Parece una absoluta paradoja y, sin embargo, esconde una coherencia mayúscula: los autores de los mejores poemas épicos son, a su vez, ilustres derrotados. Gente fracasada, vencida por las calamidades de la vida, que conjura sus fantasmas mediante la sublimación (artística) de la epopeya. Sucede con Homero, que no llegó a librar –que se sepa– guerra alguna pero compuso en hexámetros memorables los dos grandes poemas fundacionales de la literatura occidental –un episodio (colérico) de la guerra de Troya y la venganza de un navegante inmoral que regresa a su casa y extermina a los enemigos que ambicionaban su palacio y a su esposa–. Y también pasa, aunque de forma distinta, con Cervantes, que siempre estuvo orgulloso de Lepanto, aunque el trance lo dejase de por vida manco, y cantó (en prosa) el ocaso de la antigua epopeya, cuya última muestra y sucesora es la primera novela moderna. Dados estos antecedentes, cabe leer Guerra en España, acaso el más importante e interesante de los libros reconstruidos de Juan Ramón Jiménez (1881-1956), como una descomunal hazaña concebida por un hombre –cosmopolita onubense– que pasó más de dos décadas en el exilio –desde su salida de la España del 36 hasta su muerte (viuda) en Puerto Rico, que siempre le recordó a Cádiz, – y al que la concesión del Premio Nobel, dos años antes de su deceso, no pudo consolar del apagamiento y el desgarro.

Las Disidencias en Letra Global.

Julien Blanc y la memoria de una Europa infernal

carlosmarmol · 2 agosto, 2024 ·

Los alemanes la denominan alltagsgeschichte, pero en España, cuya historiografía, igual que su literatura, destaca por su alta intensidad realista, se la bautizó, no sin una cierta polémica, como historia de la vida cotidiana, un ámbito de estudios académicos –relativamente recientes– que tratan de interpretar el pasado no en función de grandes hechos y personajes históricos singulares, sino penetrando en ese concepto –fecundo al tiempo que unamuniano– de la intrahistoria. La visión del pretérito según quienes lo vivieron. Una historia en primera persona –aunque sus protagonistas puedan ser parte de una colectividad– alejada de la memoria interesada que, más que a los hechos, responde a los recuerdos subjetivos. En la obra de Julien Blanc (1908-1951), escritor francés de escasa fortuna pero indudable talento (fue finalista del Goncourt y ganador del Premio Sainte-Beuve), confluyen el retrato social de una época y un tiempo –la Europa infernal de principios del pasado siglo– y la creación literaria.

Las Disidencias en The Objective.

Los años españoles de Alfonso Reyes

carlosmarmol · 26 julio, 2024 ·

La primera imagen –una escala marítima en el puerto de La Coruña, desde la barandilla del crucero Espagne, camino de Francia, donde le esperaban para encomendarle las tareas de ayudante segundo en la embajada mexicana– apenas fue un vislumbre. Las reverberación de una tierra desconocida de donde venía el idioma en el que hablaba y pensaba, y al que dedicaría todos sus esfuerzos como escritor. La segunda visión, también pasajera, se repetiría desde otra costa diferente –en esta ocasión los muelles de Santander, con el Cantábrico a sus pies–, para difuminarse hasta que un años después, en 1914, ya sin sustento diplomático ni sueldo a cargo de la república, un Alfonso Reyes de veinticinco años, que todavía conservaba la melena y lucía bigotes poblados, se lanzara a cuerpo a la conquista del mundo literario. Así fue la irrupción del gran prosista mexicano en el efervescente (y miserable) Madrid de la primerísima modernidad, cour des miracles, que contemplaba –atónito– el comienzo de la Gran Guerra y cuya élite, esa academia del café y el Ateneo, creía ser capaz de sacar al país, perdidas ya sin remedio las últimas colonias americanas y asiáticas, de su colosal depresión para sanar el colapso de ultramar con un idealista acercamiento a Europa.

Las Disidencias en Letra Global.

El triunfo del Cristianismo: una historia de fe y poder

carlosmarmol · 25 julio, 2024 ·

Una creencia no es más que una línea del tiempo que se mantiene recta y continua desde un principio, por lo general incierto, hasta un inevitable final de trayecto. Alfa y Omega, primera y postrera letra del venerable alfabeto griego y una de las múltiples denominaciones de Cristo en ciertas versiones del Apocalipsis de San Juan. “El origen y el final mismo de todas las cosas que son, fueron y serán”. La fórmula también sirve como metáfora del itinerario vital que se abre con el nacimiento y se cierra con la muerte, cuyos registros –como en alguna ocasión ponderase Josep Pla– administra y custodia la Iglesia a través de su red de parroquias, cuya capilaridad en cualquier territorio es bastante superior a la de muchísimos Estados. ¿Cómo es posible que una facción herética del judaísmo practicada por los misteriosos esenios, defensores del pobrismo, se convirtiera primero en la alternativa al paganismo grecolatino, más tarde se aposentase sobre las ruinas del imperio romano y, al cabo, se convirtiera en la religión mayoritaria y en la cultura común de todo eso que (todavía) llamamos Europa?

Las Disidencias en The Objective.

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Ilustraciones: Daniel Rosell