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Política

Gente que se ahoga

carlosmarmol · 28 marzo, 2020 · Deja un comentario

Los viejos muriéndose en los geriátricos. Más de cuarenta fallecidos es el saldo en la Marisma de esa negligencia llamada ley de dependencia, de la que tanto presumían los gobernantes que nunca se preocuparon por sus víctimas. Llamas que se apagan. Los enfermeros y los médicos denuncian ante unos tribunales sordos y ciegos que los políticos no les entregan el material de protección que necesitan para salvar a sus pacientes. Lágrimas y espanto. Cáxar de la Vega, La Zubia, Alcalá del Valle, La Línea y sus pedradas llenas de infamia. El miedo temprano del Apocalipsis. El sonido de la cuarta trompeta del canto de la Biblia. Las solemnes profecías en las que nunca creímos, los chistes que de repente han dejado de hacernos gracia, las peluquerías vacías, todas aquellas antiguas oraciones que confiábamos haber olvidado. Un dolor íntimo. Los teléfonos inteligentes llenos de luces, las videoconferencias. La melodía de la vida desafinada. El pedazo de pan por el que te juegas la vida. El viento que cabalga autista. Un perro que saca a su dueño a la calle. La policía, que existe. Las redes virtuales que se derrumban. El encierro, el hastío, la impotencia tras las ventanas, los balcones solitarios donde cada esqueleto calibra el tamaño de su propia desgracia. Predicadores hueros que nos dicen que ahora no es el momento de pensar, sino de ser optimistas. La cháchara cotidiana.

Las Crónicas Indígenas en El Mundo.

Andalucía es un cuadro de El Bosco

carlosmarmol · 25 marzo, 2020 · Deja un comentario

Casi todo en relación a la gestión política de la crisis del coronavirus, causante de una tragedia social equivalente a los cuadros de El Bosco y origen de una debacle económica que hará tambalearse el Estado del bienestar, la idea de Europa y la estructura autonómica de España, se basa en la administración interesada de la mentira. Todos los días las instituciones pasan revista a las estadísticas y, en función de las circunstancias, dosifican, camuflan o atenúan la información de los partes de guerra para que parezca que controlan una situación que, incluso en territorios como Andalucía, donde la incidencia de la pandemia es de momento inferior en relación a Catalunya o Madrid, se parece bastante al caos. La verdad, es sabido, es la primera víctima de cualquier batalla. Se trata de una ley exacta, alérgica a las excepciones. El Gobierno no ha sido capaz de actuar a tiempo ni tiene una estrategia definida. Optó por no hacer pruebas diagnósticas –salvo a sus miembros, que no han tenido ningún problema al respecto– y, en consecuencia, trabaja a ciegas, siempre por detrás de los hechos. Mientras más diagnósticos se hagan –han comenzado ahora con médicos y enfermeros– mayor será el índice oficial de contagio. El Sur de España no es una excepción en esta fatídica plaga.

Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.

Darwinismo en Alcalá del Valle

carlosmarmol · 24 marzo, 2020 · Deja un comentario

En Rey Lear, Shakespeare escribe que la ingratitud de los hijos con sus padres es más espantosa que los monstruos del mar. Recordamos -que significa volver a pasar por el corazón- este principio moral tras la tragedia que la tibieza de las Santas Instituciones ha provocado en Alcalá del Valle, uno de los pueblos blancos de la sierra de Cádiz, cuyo alcalde reclamaba auxilio porque en una residencia de ancianos han muerto tres internos, cuarenta han contraído el coronavirus y más de la mitad de sus cuidadores están contaminados por la pandemia. El regidor, Rafael Aguilera, denuncia que a pesar de sus desesperadas demandas – 58 personas han sido infectadas por el COVID-19 en la localidad- ni el Estado ni la Junta de Andalucía les socorren. Ha tenido que ponerse él mismo, ayudado por algunos de los concejales, a cuidar a los ancianos: sin equipos de protección, sin medios, sin descanso. Sólo por esta actitud, en un contexto donde los políticos se absuelven todos los días a sí mismos, el alcalde merecería la medalla de Andalucía. No se la darán nunca, por supuesto.

Las Crónicas Indígenas en El Mundo.

 

Tres plegarias fenicias

carlosmarmol · 23 marzo, 2020 · Deja un comentario

En una de sus disertaciones sobre poesía, el escritor argentino Jorge Luis Borges menciona un relato de Kipling –The Manner of Men– donde se reproducen tres antiguas supuestas plegarias fenicias que, a su entender, condensan de forma ejemplar, y sin duda perdurable, ese sentimiento estremecedor de la llegada de la muerte, vista como una vivencia íntima y, al mismo tiempo, compartida. “Madre de Cartago, devuelvo el remo” es la primera. “Duermo, luego vuelvo a remar”, la segunda. La tercera reza así: “Dioses, no me juzguéis como un dios/sino como un hombre/a quien ha destrozado el mar”. Son los cantos postreros, los nobles himnos de despedida, de hombres lejanísimos que concebían la vida al modo de una perpetua navegación. Un adentrarse solos en el mar sin tener la certeza de regresar. En su último adiós al mundo, los milenarios navegantes expresan, más que un lamento o su angustia, la dignísima aceptación de su destino y también un desconcertante sentido de la fraternidad. Ninguno de ellos, aunque se encuentren con el pie en el estribo, cree que sus remos, gracias a cuyo impulso han gobernado las olas, les pertenecen; piensan que son un patrimonio de todos los hombres y, en consecuencia, de ninguno en concreto. Igual que la vida. La muerte aparece en estos textos eludida, como si fuera un sueño que un día concreto, a una hora exacta, se convierte en realidad. Morir, según la segunda de estas plegarias, es continuar viajando. La tercera elegía parece preventiva: al temer el juicio de los dioses, el marinero anónimo reclama que, dada la fragilidad de la condición humana, se le trate con piedad.

Los Aguafuertes en Crónica Global.

La lotería de Babilonia

carlosmarmol · 20 marzo, 2020 · Deja un comentario

«Si la Biblia no está equivocada,/el mundo va a reventar/La gente está loca, corren tiempos extraños/Estoy encerrado a cal y canto, fuera de todo alcance/Solía importarme, pero las cosas han cambiado», canta Bob Dylan en Things have changed. El desamparo es igual que una ola: horada la costa minando la orilla con la misma dedicación de un heresiarca. Cada mañana nos despertamos con el parte de calamidades y los nuevos caídos en esta guerra imposible contra un enemigo invisible, microscópico, que nos ataca porque una vez nos dimos la mano o nos besamos. Si la fortuna no te acompaña, puedes terminar atrapado en una cama de hospital, donde quien tiene que salvarte tiene exactamente los mismos ojos de espanto que tú. La Marisma se ha convertido en una ciénaga. Ninguna de nuestras sagradas instituciones -y tenemos hasta cuatro niveles distintos- está siendo capaz no ya de anticiparse a esta pandemia asesina, sino de garantizar a los soldados -que son los profesionales sanitarios- un escudo para no fenecer en el frente.

Las Crónicas Indígenas en El Mundo.

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Ilustraciones: Daniel Rosell