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Política

El ministro Moranco

carlosmarmol · 19 diciembre, 2016 · Deja un comentario

El diablo a veces se disfraza de hombre de paz. Lo escribió Dylandécadas antes del Nobel. La frase tiene un hermoso aire bíblico, casi profético. Es exacta. Sobre todo si vamos a hablar del populismo. Los dos grandes partidos que heredaron el espíritu de la Santa Transición –el bipartidismo ha mutado últimamente en un partido único bipolar, con dos cabezas– llevan meses arrojando el término, con toda su carga semántica, en su acepción más despectiva, contra los jacobinos de Podemos, en quienes aprecian los males de la demagogia posmoderna. No les falta razón, pero en nuestros particulares pagos patrióticos el populismo es una costumbre antigua. Como mínimo, la sufrimos desde el siglo XIX, cuya convulsa historia explica, con las lógicas variantes de tiempo y espacio, muchos acontecimientos actuales.

Los Aguafuertes de los lunes en Crónica Global.

Su Peronísima

carlosmarmol · 12 diciembre, 2016 · Deja un comentario

Tomen asiento. Les va a hacer falta. Susana Díaz, la inminente líder del PSOE postsanchista, que ahora es un reino sin corona, sin cabeza, sin democracia, sin congreso a la vista y donde la sangre derramada por la conspiración todavía mana espesa desde las ventanas del palacio de Elsinor, ha dicho esta semana, tras oír que Sánchez está dispuesto a entregarse en los brazos de Podemos (de momento es un amor platónico; el contacto carnal vendrá después), que los socialistas no están para «personalismos». En realidad, no están para nada porque han desaparecido igual que un vulgar azucarillo en el café, diluidos entre los jacobinos que prometen guillotinas y cielos de amor arcoiris y la derecha abúlica de Rajoy (Mariano).

Los Aguafuertes de los lunes en Crónica Global.

Patriarcas, herederos y viceversa

carlosmarmol · 4 diciembre, 2016 · Deja un comentario

La institución social que mejor encarna nuestra vida pública -y también privada- es la famiglia, convertida casi en una unidad de destino en lo meridional. Con diferentes máscaras, el familiar ha sido también el modelo de organización de nuestras élites políticas. Por lo general, por motivos prosaicos: administrar el presupuesto en favor de la camada o, en su defecto, aspirar a hacerlo mientras se disfrutan las prerrogativas de la democracia formal que se practica en Andalucía. Todos los partidos con algún protagonismo, aunque sea secundario, en el teatro de la autonomía sufren la misma patología: la endogamia orgánica, que en Andalucía siempre ha desplazado al factor institucional. Son los aparatos de los partidos quienes gobiernan, no las instituciones, que sólo funcionan como sus abrevaderos de ocasión. El interés partidario rige por completo el espacio de lo colectivo, reduciendo la idea de res publica de los clásicos a la marginalia. Salvo en asuntos epidérmicos, en Andalucía no se ha producido ninguna alteración de fondo de los valores políticos -los culturales aún reproducen prácticas ancestrales- ni podemos decir que la sustitución de ciertos rostros, que no es sino una hábil forma de simulacro, haya alterado las costumbres. Se manda igual que se ha hecho siempre. Incluso cuando las circunstancias han obligado a gestionar -a la fuerza- algún cambio de liderazgo, los viejos hábitos políticos se han mantenido estables, imperturbables, eternos.

Una crónica-río para el XX Aniversario de El Mundo (Andalucía).

El negocio (político) del capital social

carlosmarmol · 4 diciembre, 2016 · Deja un comentario

Un lugar común vincula en exclusiva el significado del término negocio al ámbito económico. Como sabemos, tan sólo es uno de sus significados. Existen negocios de otro tipo. Industrias cuya rentabilidad no se mide en pérdidas y ganancias, sino en función de factores como la influencia o la intermediación, comisiones aparte. La hegemonía política no tiene un único rostro. Puede ser una sucesión de máscaras que fingen pluralidad donde sólo hay coincidencia de intereses. El concepto que mejor expresa este fenómeno es el capital social, acuñado por el sociólogo francés Pierre Bourdieu. Según su análisis, capital no es sólo el dinero y los bienes materiales. Existe un capital simbólico que reporta a quien lo administra, especialmente si lo hace en régimen de monopolio, rendimientos intangibles que antes o después se convierten en crematísticos. En los negocios no hay espacio para el altruismo. Todo tiene precio. Bourdieu describe el capital social como aquel que se logra por las relaciones que vinculan a un agente (social, político o económico) con un ámbito de decisión. Se trata de un capital difuso, que se retroalimenta y que siempre miente. «Quienes controlan el capital social» -explica Bourdieu- «simulan carecer de interés económico». Así nace el discurso del interés general.

Un análisis para el XX Aniversario de El Mundo (Andalucía).

Retrato de peatón con semáforo

carlosmarmol · 4 diciembre, 2016 · Deja un comentario

Roberto Arlt, nuestro santo y patrón en el arte (prosaico) de escribir columnas de periódico, decía que el periodismo, bien entendido, es un oficio para vagos y audaces. De este juicio se infiere su gran principio cartesiano: “Yo atorro, luego existo”. El escritor argentino compuso sus artículos –hace ahora casi un siglo– en el idioma de los argentinos, desde las aceras rotas de un Buenos Aires que perdía sus esquinas rosadas y sus almacenes de abarrotes de una sola planta para convertirse en una metrópolis periférica y desquiciada. Según el diccionario, un atorrante es un perfecto holgazán, un vagabundo, un desvergonzado. En lunfardo –el lenguaje poético del tango– la palabra expresa otra cosa distinta: una forma maléfica de admiración. La que se profesa por los sofistas de callejón, esos tipos dementes cuya vocación íntima es pelear –sólo con la palabra– a la contra. Estamos pues en el sitio correcto.

Los Aguafuertes de los lunes en Crónica Global

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Ilustraciones: Daniel Rosell