La ley de Murphy es infalible. Sobre todo en Cataluña. El culebrón independentista, que sigue con su particular farsa con una insistencia que sólo es comparable a la de la tortura malaya, arroja todas las semanas nuevos episodios para el absurdo donde se mezclan el cesarismo posmoderno –con el prófugo Puigdemont como iluminado– con el surrealismo. Lo último es el enésimo intento de investir in abstentia al exiliado, una operación que jurídicamente tiene muy escaso recorrido dados los fallos judiciales previos, pero que es la única ¿idea? que de momento propone la coalición soberanista, a la que todo le da igual. Ellos continúan a lo suyo, que es mantener artificialmente el pulso con el Estado en una huida hacia adelante que tiene visos de mantener la suspensión de la autonomía de forma indefinida y merecida.
Los Aguafuertes del lunes en Crónica Global.