Los estíos de infancia y espiga, aquellos veranos rurales de nuestros abuelos –quien tuviera abuelos rurales me comprenderá; en las ciudades estas cosas son algo distintas–, solían ser generosos en dos cosas: calor y lecturas. Los libros cumplían una misión terapéutica similar a la de un ventilador encendido durante las tardes de látigo soleado: servían para distraer, aprender y refrescaban un ambiente que a ratos parecía mineral y otras se sentía plomizo, pesado, inmisericorde.
Pretérito
El fracaso es curativo. En la vida y en la política, que no deja de ser una forma patológica de la existencia. Aristóteles creía que las tragedias, puestas en escena, provocan un efecto catártico sobre aquel que las contempla. Brecht veía las purgas del espíritu fustigado como ilusiones balsámicas: narcotizantes para sobrellevar el abismo que separa el deseo de la realidad.
La Noria del sábado en El Mundo.
El hipódromo de Elsinor
A la vuelta del verano, que es nuestro infierno particular, comienza lo que los espectadores de la política, esa cofradía que profesa los mismos vicios que el cabildo de los taurinos, llaman el curso político. La etimología nos remite al latín: cursus, carrera. Es un préstamo semántico por el que no pagamos interés. Además de salirnos gratis, es exacto, porque desde la tortuosa segunda coronación de Ella, cuando el susanato nos amenazaba con la desgracia y el hambre de los hijos que no tenemos por la ausencia de una reina sancionada, no ha habido por parte de Su Peronísima Majestad iniciativa política digna de comentario, ni siquiera crítico.
Las Crónicas Indígenas del lunes en El Mundo.
‘Bon voyage’
Todo viaje es iniciático. Se busca algo, se huye de algo o de alguien, se pone la proa rumbo a algún sitio, en apariencia geográfico, pero que en realidad termina siendo un destino sentimental. La odisea de viajar consiste en esto: ir adonde no se sabe cómo son las cosas con la esperanza fútil de que sean mejores que el sitio justo donde pisamos. Este proceso, que transforma nuestra identidad, enriqueciéndola, es exclusivo de los verdaderos viajes y ajeno a sus simulacros: excursiones, expediciones a la carta y el resto de variantes del turismo industrial, donde se viaja en horda o en comandita.
Los aliviaderos de Bonanza
Era una sospecha íntima hasta que Enzensberger, el escritor alemán, la formuló sin matices: «Los amigos de los animales y los buenos padres de familia son capaces de todo». Gran verdad. Detrás de la bondad aparente se esconden las peores perversiones intelectuales.
Las Crónicas Indígenas del lunes en El Mundo.
