Las mejores metáforas sobre Sevilla se esconden en las páginas secundarias de los periódicos, mucho más ocupados habitualmente en los políticos (son los que pagan) que en la vida real (que rara vez resulta rentable). Leo en lo que antes hubiera llamado la competencia (ahora sencillamente es un portal digital) a un amigo (Fernando Carrasco) que nos explica con su sabiduría habitual en estas cuestiones que la iglesia de Sevilla, institución sin la que no se entiende el pasado de la ciudad, pero en la que no parece estar su futuro inmediato, ha comunicado oficialmente la aplicación inmediata del sistema de indulgencias vigente para el Año de la Fe.
Niemeyer: el lirismo secreto del hormigón
“Ser distinto es inevitable cuando uno no se preocupa de serlo”.
La frase la escribió Juan Carlos Onetti, el novelista uruguayo. Responde a la perfección a ese tipo de personalidades que caminan por la vida, habitualmente tan incierta, siendo ellos mismos. Sin complejos. Pese a provocar terror entre quienes que no conciben la existencia más que como la senda de un rebaño, siempre a las órdenes del mismo pastor, el sentido del triunfo de estas personas no depende del grado de reconocimiento social, sino de la satisfacción individual que implica la aventura de poder forjarse a sí mismos. El aplauso de los demás, aunque bien recibido, es algo accesorio, posterior.
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Isla Mágica: la Expo improbable
El tiempo gasta bromas crueles a las que llamamos coincidencias. Quizás no lo sean. Sevilla ha ignorado conscientemente durante los pasados meses el vigésimo aniversario de la Exposición Universal, el evento que, según los estudios de opinión, los propios sevillanos consideran el más importante que ha ocurrido en la ciudad durante el pasado siglo XX. Nada más cumplirse tal efeméride, a la que en instancias oficiales apenas si se le dio importancia, se reabre de nuevo la discusión (relativa) sobre la viabilidad empresarial de Isla Mágica, el parque de atracciones que inventamos (unos más que otros) para intentar dar cierta continuidad temporal a la Muestra Universal. No es una discusión nueva. Más bien se trata de un clásico tema recurrente: prácticamente desde el origen del proyecto, cuando el 93 parecía una cifra tan moderna que incluso se le ponía a las empresas públicas como denominación social, las incertidumbres sobre su viabilidad empresarial han acompañado al parque temático de Sevilla en su irregular trayectoria.
La autonomía: manual de instrucciones
Cuando me hablan de la patria, me echo a temblar. No soy el único. Lo sé. Pero no por numerosos aquellos que no creemos en los linajes ni pensamos que los territorios tengan que tener necesariamente una proyección política gozamos de buena prensa. Más bien al contrario. El fenómeno es curioso porque en realidad no es más que una herencia tardía de finales del XVIII y principios del siglo XIX. Los años del positivismo, el romanticismo y el idealismo, que configuraron la noción del Estado-Nación donde antes sólo había imperios, se llamasen reinos o califatos; igual da. Sobre este mismo concepto sigue moviéndose casi toda la política patria, que desde entonces tan sólo ha sido capaz de reformulaciones parciales de la misma vieja idea: el Estado, la Comunidad Autónoma y la provincia vienen a ser para algunos casi como el paraíso, aunque bien es cierto que esta última denominación política (la provincial) resulta mucho más entrañable (por inocente) y absolutamente ineficaz salvo para determinadas cuestiones partidarias.
El solsticio de Platón
Las grandes revoluciones de la historia no son políticas ni económicas, sino ópticas. No necesitan sangre ni engendran violencia. Suelen ser las más longevas. Primero porque perduran. Y segundo porque, al contrario de lo que ha venido a demostrar la historia reciente (que todos los cambios por la fuerza acaban siendo el origen de regímenes tan nefastos como aquellos contra los que se alzaron), terminan mejorando el mundo. Consisten simplemente en aprender a mirar de otra forma la realidad. Pensar sin intermediarios. Con eso basta. Los políticos, que donde quiera que estén siempre forman parte del statu quo, suelen temer a estas revueltas sustentadas en los valores mucho más que a las armadas. La receta para combatir las segundas es sencilla: poner a trabajar a la policía. Ante las primeras no existe más herramienta política que la propaganda, pero se trata de una medicina puramente preventiva. Su éxito no siempre está garantizado. Si no funciona, el peligro (para ellos) aumenta. Si aplicamos esta tesis a un tema aparentemente banal (el alumbrado navideño) y a un sitio corriente (Sevilla, superlativa ciudad de provincias) el resultado es un hallazgo conceptual inesperado. Una metáfora de la encrucijada en la que se encuentra la ciudad.