¿Ignoráis por qué razón las ruinas agradan tanto? Yo os lo diré: todo se disuelve, todo perece, todo pasa, sólo el tiempo sigue adelante. El mundo es viejo y yo me paseo entre dos eternidades. ¿Qué es mi existencia en comparación con estas piedras desmoronadas?
Diderot
Los románticos, esos hijos furtivos de la noche, adoraban las ruinas. Veían en ellas una metáfora múltiple de la vida condensada en un único paisaje. La fugacidad del tiempo. El vano intento del hombre por perdurar en un entorno hostil que quizás sea la obra de arte perfecta porque se basa en las mismas leyes que rigen la existencia: la armonía del desorden, la caótica marcha de los días, enredándose. La naturaleza puede ser bella y devastadora al mismo tiempo. No son términos antagónicos, sino complementarios. Por eso vence al arte. Y se permite el lujo de dejar en pie algunos restos de la fatua pretensión de eternidad de los mortales. La estampa resultante es sobre todo didáctica. Nos recuerda que nadie vence las leyes constantes de la decadencia.