“Sobreestimamos el significado de las piezas del ajedrez político y también cada uno de sus movimientos”, escribe Ernst Jünger en el prólogo de Radiaciones, su colección de dietarios sobre los años de la Segunda Guerra Mundial. La verdad es que, aunque los contendientes en cualquier lucha donde se dispute el poder simulen sobre el tablero que siguen una estrategia, ninguno de ellos tiene la plena seguridad de ganar la batalla. Nunca hay nadie al mando. Salvo el destino. Nada está conquistado para siempre. Y todo puede acabar siendo perdido. El otoño (oficial) ya viene de camino, aunque sea bajo la forma de un verano prolongado, y el PSOE y el PP aprovechan las vísperas del nuevo curso político para minar con argumentarios el campo del adversario, de forma que la guerra de la financiación autonómica, que puede provocar tanto un derrumbe súbito del gobierno como otra frustración para la oposición, empiece una vez castigadas –preventivamente– las bases electorales de las líneas enemigas. Es un hecho que los socialistas han guardado un elocuente mutismo que contrasta con la locuacidad múltiple de Génova, que en julio ordenó a sus barones territoriales comenzar las levas de soldados antes del duelo a primera sangre.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.