El otoño es la estación del año que se asocia al crepúsculo. Metafóricamente, según la cultura occidental, encarna ese inevitable periodo de decadencia con el que terminan todas las existencias, incluidas las de los grandes hombres públicos y también la de los privados, que, al menos en España, históricamente vienen a ser casi lo mismo, pues la distinción entre el espacio íntimo y el político nunca ha sido una virtud ibérica. Este otoño, que oficialmente comenzó en los postreros días de septiembre, está previsto que la Audiencia de Sevilla dicte por fin la sentencia de la pieza política de los ERE, que ha sentado en el banquillo a dos expresidentes de Andalucía –Chaves y Griñán– y a buena parte de la aristocracia del socialismo meridional, seis exconsejeros y trece altos cargos. La generación que gobernó Andalucía durante decenios y que tuvo en sus manos todo el poder posible en una autonomía de sesgo presidencialista que funcionaba como una corte absolutista del Antiguo Régimen.
Cuadernos del Sur
La extrapolación andaluza
¿Habrá un eclipse Sánchez? Las encuestas y los estudios de opinión, cocinados casi siempre al gusto, venían a decir (hasta el martes) que este escenario era remoto –de ahí la obstinación de los socialistas en no rubricar un acuerdo con su izquierda– pero no necesariamente imposible. El hartazgo popular, que es transversal y profundo, ha convertido los comicios de noviembre en una incógnita creciente, casi desatada. A una cita electoral uno puede intuir (espejismos aparte) cómo entra, pero nunca tiene la seguridad completa de cómo saldrá. Si es que sale entero. En Andalucía, en los famosos idus de diciembre que cambiaron el mapa político reciente, sucedió algo equivalente: todos creyeron en las encuestas hasta que las evidencias se impusieron. Los nuevos comicios de otoño tendrán un efecto diferido en la política meridional. No van a provocar ninguna crisis inmediata pero señalarán cuál es el nuevo marco de juego y, en cierto sentido, pueden abrir otra etapa distinta, más compleja, en el experimento de cohabitación entre las tres derechas.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
Andalucía suma (de momento)
“Ubi concordia, ibi victoria”. Donde existe la unión, hay victoria, decían con satisfacción los antiguos romanos, que construyeron un inmenso imperio a partir de una rigurosa, y a veces terrible, disciplina marcial. La política, esa otra forma de milicia que precede a la guerra propiamente dicha, consiste en imponerse –a ser posible en las urnas– y conservar el poder a toda costa. Algo que sólo es factible si tu ejército es eficaz. En caso contrario, no hay otra alternativa para alcanzar la victoria que la suma entre los contrarios, la práctica del arte de las alianzas. Las derechas andaluzas, hasta ahora el principal experimento de cohabitación entre supuestos iguales, va a enfrentarse en este nuevo curso político a un escenario diferente al de los últimos seis meses. La estabilidad lograda in extremis antes del verano con la aprobación del primer presupuesto del tripartito conservador ha agotado su recorrido como argumento electoral. La cuestión a partir de ahora ya no es si la alianza PP-Cs-Vox perdurará, sino cuáles son realmente los frutos de esta entente política. ¿Para quiénes gobiernan las derechas?
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
Moreno Bonilla se hace peronista (rociero)
La historia se repite, según Marx la primera vez como tragedia y la segunda como farsa, pero los actores de la obra teatral no siempre coinciden. Con frecuencia, sobre todo si la pieza es política, los cómicos intercambian sus papeles. Es justo lo que está sucediendo en la guerra de los virreinatos autonómicos por los dineros (insuficientes) del Reino. El punto de partida es conocido: el Gobierno socialista alega que no puede pagar a las autonomías los ingresos que les adeuda porque está en funciones. Catalunya ha anunciado una demanda ante los tribunales para reclamar estos fondos y las comunidades gobernadas por el PP –sobre todo Andalucía, Madrid y Galicia– han organizado un frente alternativo para pedir lo mismo pero con un método diferente: a través de la presión política en vísperas de unas nuevas elecciones.
La guerra de los virreinatos
Se atribuye a Paul Valéry, poeta francés, la célebre frase de que “la sintaxis es una condición del alma”. Una sentencia construida con ingenio e indudable fortuna que se presta a múltiples variaciones. Por ejemplo: la financiación es la eterna queja de cualquier alma autonómica (sensible). Ley sin excepciones. Una de las guerras políticas de este otoño –que en el Sur seguirá siendo verano hasta finales de noviembre– va a ser la diatriba por el reparto de los dineros regionales, un conflicto cíclico que, igual la sequía, jamás recibe una solución estable, sino que (en el mejor de los casos) se dilata con un remedio temporal. O ni eso.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.