“El diablo habita en los detalles”, sostiene un dicho anglosajón cuyo origen, según la fuente que se consulte, parece ser una traslación de significado entre la figura de Dios y su reverso. Un tribunal es el equivalente en la Tierra del juicio universal de los Evangelios, presidido por el Pantocrátor de los ábsides románicos y los exvotos bizantinos. Un juez es un dios vulgar, pero sin el atributo divino de la infalibilidad. En la sentencia de los ERE, que ha condenado a la cúpula del PSOE en Andalucía por burlar la ley para nutrir con fondos públicos un sistema clientelar sustentado en la subvención de despidos en empresas afines, los delitos de prevaricación y malversación, cometidos en grado distinto por los 19 condenados, incluyendo a los expresidentes Chaves y Griñán, imponen penas de cárcel e inhabilitación (o ambas) pero dejan descolgada la responsabilidad civil de los autores intelectuales de la trama de fraude.
Cuadernos del Sur
El funeral del PSOE andaluz
La situación del PSOE en Andalucía, la agrupación más influyente y poderosa del socialismo en España, se resume en el desgarrado título de un viejo disco de Nick Cave: Your funeral, my trial (“Su funeral, mi juicio”). En la calle San Vicente de Sevilla, sede de la dirección regional del partido, están de luto. Callados. Silentes. Mudos. Y puede que también muertos, aunque esto nunca se sabe por completo: en la política meridional los zombies acostumbran a seguir disfrutando de los atributos del poder (perdido) entre el día postrero y la jornada oficial del sepelio definitivo. En cualquier caso, la sentencia de los ERE los ha convertido en una cofradía de difuntos, almas en pena y famiglias que se resisten a aceptar los hechos –primero perdieron Il Quirinale de San Telmo, ahora la Justicia ha enterrado su dignidad política– mediante un mecanismo psicológico recurrente: la ensoñación. El delirio.
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El Apocalipsis de los ERE
El escritor Javier Cercas, autor de Anatomía de un instante, desarrolla en su ensayo El punto ciego una interesante teoría sobre la naturaleza de la novela moderna. A su juicio este género literario plantea preguntas cuya respuesta siempre es ambigua e, irremediablemente, irónica. El pasado del relato novelesco, en su opinión, no es pretérito, sino un presente expandido. Elcaso ERE, cuya sentencia sacude ahora los cimientos de la gran autonomía del Sur, no fue nunca, ni tampoco es ahora, como afirmaban los socialistas, ni una ficción fantástica ni una componenda de “cuatro golfos”. Es la narración verídica, establecida por la verdad judicial, sobre cómo un partido político –el PSOE– monta un sistema clientelar para burlar la ley que aprobaban sus legisladores en el Parlamento, incurriendo –según los jueces– en el delito de prevaricación (hacer mal a sabiendas) y malversando 680 millones de euros de dinero público.
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Los bárbaros ascienden desde el Sur
Una reconquista a la inversa. De Sur a Norte. Justo al contrario que don Pelayo, el primitivo caudillo astur que, según las crónicas antiguas, detuvo en Covadonga el avance musulmán en la Península e inició la recristianización de Hispania. Las elecciones del 10N han invertido el relato de la gesta histórica que los dirigentes de Vox, fieles a su caricatura, vienen utilizando con excesiva frecuencia desde hace más de un año, tras su particular puesta de largo en Vistalegre. El partido de Santiago Abascal carecía la primera vez que se presentó a unos comicios en Andalucía, en 2015, de estructura, relevancia y candidaturas. Eran cuatro gatos. Abascal daba mítines –altavoz en mano– con un par de ayudantes subido a uno de los bancos de la Puerta de Jerez de Sevilla, como si fuera un predicador callejero. No tenía auditorio, pero proclamaba un dogma apocalíptico: “Hay que salvar a España”. Cuatro años más tarde los ultramontanos –fundamentalistas católicos, tradicionalistas, populistas, indudablemente nacionalistas– se han convertido tras la repetición de las generales en la segunda fuerza política del Sur (y tercera de España). Precipitaron el fin de los cuarenta años de gobiernos socialistas, condicionan desde entonces la mayoría del cambio que encarnan PP y Cs (y que no es tal) y la lógica del parlamento regional depende de su criterio. Un éxito vertiginoso.
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La desmemoria (política) en Andalucía
La memoria, ese atributo del alma, es lo que nos permite ser como somos. Sin ella no existe la identidad ni tampoco la cultura, pero está en crisis. Valentí Puig lo expresa en su último ensayo –Memoria o caos (Destino)–, donde escribe: “En la segunda década del siglo XXI, la memoria dura lo que dura una pieza de Bansky, concebida para autodestruirse (…) Occidente padece una amnesia cultural cuyos efectos son los olvidos de la masa que, siglos después de la moral heroica, anulan toda noción de bien común”. El fenómeno de la desmemoria –tácita o expresa– se ha convertido, paradójicamente, en uno de los cimientos más sólidos de la política posmoderna, para la que antes del interés general prevalece la conquista del poder. En este contexto, analizar la realidad con profundidad crítica equivale a cometer una herejía. Profesar principios morales se considera una rémora. Y tener memoria, estorba. Asombrosamente, los políticos reivindican la “memoria democrática”, que es una suerte de oxímoron porque recordar es un ejercicio individual que no está sujeto a la ley de las mayorías.
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