Los héroes de nuestro tiempo, salvo excepciones, no aparecen en los periódicos ni tampoco salen en televisión. Son seres anónimos para la mayoría de la sociedad, aunque tengan -como casi todos- un nombre y dos apellidos. Nadie habla de ellos. Pero quienes los conocen de primera mano saben que sin su presencia la vida sería peor. Mientras la cuerda de políticos y pesebristas copan todos los días del año, a todas horas del mes, en todo momento de la semana, los medios de comunicación indígenas -poco selectivos y bastante dados a sacar a los compadres-, ellos están a pie de obra en tajos imposibles. Sin ponerse medallas. Sin hacerse fotos. Dedicándose con convicción a ayudar a los demás.
Ana es de esta estirpe impar. Nacio en Triana, pero se ha criado entre El Porvenir, la Barriada Elcano y Bellavista. Es maestra. Hace una década llegó al Poligono Sur como voluntaria para trabajar en el centro de adultos del barrio, fundado tres décadas antes por una asociación de docentes ejemplares -Dios los bendiga- que decidieron hacer algo más que cumplir estrictamente su horario y comenzaron a alfabetizar a quienes, con la edad adulta más que cumplida, nunca conocieron ese tesoro infinito que es un libro. Ana empezó a enseñar a leer a menores en Bellavista, pero pidió el traslado a las Tres Mil Viviendas, uno de los barrios más duros de la Sevilla real, que no es ni la de los turistas ni la de los hoteles de cinco estrellas. «El Polígono Sur te devuelve más de lo que le das», me contó una mañana lejana de julio, junto al huerto ecológico del centro. Ni el sitio era fácil, ni los recursos muchos.
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