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Literatura

Las cuatro estaciones de Baroja

carlosmarmol · 14 febrero, 2021 · Deja un comentario

En literatura todo está inventado, pero no de la misma forma. Cada escritor es una réplica de alguien anterior (llamémosle la tradición) que, sin embargo, aspira a conquistar una originalidad imposible. En esta búsqueda, de repente, se topa con su verdad. Entonces es cuando descubre su voz, su talante, su personalidad. El timbal de su espíritu. A Baroja, el ogro de Itzea, le debemos infinitas horas de felicidad consumidas en el deleite del sublime arte del pesimismo, que es el mayor realismo que existe. El escritor vasco ha pasado a la historia por sus novelas en trilogías (conceptuales, no narrativas) y su asociación –relativa; porque fue un individualista furioso– con la Generación del 98. De entre los libros que escribió los que preferimos, sin duda, son aquellos en los que cultiva un memorialismo más cercano al periodismo (de autor) que a la enunciación recurrente de los poetas, que cuando escriben en prosa creen –ingenuos– que al mundo le interesan sus sentimientos, en vez de sus peripecias.

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Mundo antiguo, pavor presente

carlosmarmol · 7 febrero, 2021 · Deja un comentario

Los historiadores estudian sucesos irrepetibles que, sin embargo, tienen la costumbre de rimar, igual que un poema de versos encadenados. Muchos se pasan media vida construyendo mitos culturales que, a medida que el tiempo nos alcanza y las épocas se suceden, deben desmontar con la paciencia de un artesano. Merced a este movimiento, una suerte de revisionismo honrado, avanzamos en el conocimiento del pretérito, que es una de las formas de augurio del presente. Un sortilegio mediante el cual descubrimos cómo el universo mental de los difuntos condiciona nuestra existencia. De todas sus historias, una de las más fascinantes, por estar encajonada entre las poderosas construcciones mentales del Imperio Romano y la Edad Media, dos caras históricas de un mismo proceso –el devenir de Occidente–, es la Antigüedad tardía, el periodo de tránsito y zozobra que tiene lugar entre los siglos III y VII d. C. Entre las Meditaciones de Marco Aurelio y la teocracia de Mahoma. Entre estos dos instantes se producen en el mundo antiguo una serie de transformaciones culturales que explican las diferencias culturales de Europa y la relación de Occidente con otras civilizaciones vecinas.

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Gimferrer y el mandarinato ‘pompier’

carlosmarmol · 30 enero, 2021 · Deja un comentario

Un mandarín es lo más parecido que existe a un cura. Un tipo que ejerce la intermediación entre el Cielo (de la cultura) y la Tierra y cuyo ministerio, además de la adoración permanente a los misterios respectivos, consiste en establecer jerarquías, a menudo binarias, entre la ortodoxia y su contrario, esa heterodoxia que aspira a sustituir a su antónimo. Por supuesto, para ejercer tan trascendente sacerdocio es necesario tener mucha fe o, en su defecto, saber fingirla. Igual que la historia de la cristiandad está llena de pastores sin creencias, hábiles actores en el teatro del ritual, la estirpe cultural ha creado figuras a las que puede importarles muchísimo el arte pero que, sin renunciar a las obligaciones de la estética, ambicionan también la administración del capital cultural que identifica a muchas sociedades. Es el caso de Pere Gimferrer (Barcelona, 1945), probablemente uno de los mejores poetas en español y catalán del pasado siglo, académico de número y activista cultural tan silente como influyente.

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Elogio de la España peregrina

carlosmarmol · 24 enero, 2021 · Deja un comentario

“Ya no somos nadie, ni nadie sabe quiénes fuimos (…) Nos han borrado del mapa”. Max Aub escribió esta cruda confesión –a través de un personaje interpuesto– en su relato El remate, publicado en 1961. Era un augurio sobre el fracaso de su generación, expatriada tras la derrota republicana en la Guerra Civil, que el escritor confirmaría en primera persona años después, cuando en 1969 decidió, más que volver, venir a España. Lo hizo en verano y amparándose en el vago proyecto de un libro sobre Luis Buñuel. Trajo una grabadora, unos cuadernos de notas y una cámara súper 8. Los ojos abiertos y la sensibilidad prevenida. Es de suponer que le movía, además de la nostalgia, la voluntad de comprobar cuáles eran exactamente los efectos que una ausencia tan prolongada podían tener sobre el recuerdo ajeno. Lo que descubrió lo dejó petrificado: los valores intelectuales con los que tres décadas antes había sido educado –la decencia, la libertad, los ideales– no habían evitado esa muerte ficcional, pero tan categórica, que supone la dura experiencia del exilio. Estaba fuera de la ecuación. No existía ni en España –de donde procedía– ni en México –donde se refugió–. Tres decenios habían sido suficientes para que todo se evaporase. De esta confirmación, porque con el desengaño ya contaba, trata La gallina ciega, el diario de su periplo por una España que ha olvidado a su otra mitad y que ni siquiera siente ya la sensación de la pérdida.

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Galdós, retrato de un semejante

carlosmarmol · 17 enero, 2021 · Deja un comentario

La vida de Galdós es una incógnita encerrada bajo siete llaves. Un inmenso secreto a la vista. Una elipsis. Su misterio, objeto de sendas biografíaspublicadas al calor del reciente centenario de su muerte –la primera, escrita por Francisco Cánovas Sánchez (Alianza); la segunda, obra de Yolanda Arencibia (Tusquets)–, reside en la paradójica combinación entre el arte de dosificar la intimidad personal y el contrapunto de una obra descomunal, que posee la virtud de retratar la España de su época a través de la ficción, mezclando el interés popular con un discreto sentido de la vanguardia –a la manera decimonónica– que malévolamente han pasado por alto buena parte de sus ilustres detractores. Una de las señales del éxito, aunque sea humilde, es la envidia (no correspondida). Galdós tenía muchos enemigos poderosos, entre todas las orillas culturales y políticas, no tanto por lo que fue (un señor consagrado a hacer su obra), sino por lo que escribió, capaz de irritar a los poderes fácticos de su tiempo hasta el punto de ser motivo de una conjura –exitosa– para que le denegaran el Premio Nobel. Todo ya esto se sabe, por supuesto. También se conoce la calamitosa situación económica que padeció en el ocaso de su vida como consecuencia de su ingenuidad como administrador de su propia carrera y el intento –fallido– de convertirse en editor de sí mismo para liberarse del mezquino (entonces y ahora) mercado editorial.

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Ilustraciones: Daniel Rosell