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Periodismo

Antonio Burgos, el costumbrista que inventó Sevilla

carlosmarmol · 20 diciembre, 2023 ·

Dentro de la cofradía de los costumbristas hispalenses (que no son exactamente los sevillanos) existe desde siempre, aunque esta eternidad pueda haber nacido, igual que el Juan Belmonte de Chaves Nogales, esta misma mañana, o como mucho antier, la convicción –por supuesto elevada a categoría de dogma– de que Sevilla no puede ni debe cambiar porque está hecha y terminada de una vez y para siempre desde hace siglos, igual que el Buenos Aires al que Jorge Luis Borges consideraba “tan eterno como el agua y el aire”, y cuya fundación (mítica) tenía por un cuento, porque en su memoria no era concebible un instante del tiempo en el que su ciudad, que en este caso es como decir su destino, no hubiera existido. Al igual que el escritor argentino, en el que se cruzaron las estirpes de los héroes de la independencia y una saga británica, el sable y la biblioteca, Antonio Burgos Belinchón (1943-2023), escritor y periodista, costumbrista mayor de la orden de la Sevilla Eterna, que esta mañana ha muerto con 80 años de edad en un hospital blanco, que es el verdadero color de la muerte, inventó su estirpe –la confluencia entre un padre sastre y una madre zapatera, instalados en el barrio de El Arenal de Sevilla, con raíces en El Viso del Alcor–, configuró un personaje (el hombre de El Recuadro, la sección del diario Abc donde comenzaría a publicar sus artículos, que después trasladaría a Diario 16 y a El Mundo) y terminó inventándose, en contra del primer mandamiento del propio gremio que presidía, una ciudad imaginaria –la Sevilla inmutable– que casi toda su generación todavía tiene por verdadera y que, como cualquier creación literaria, sólo existe en la prosa de sus libros y la tinta de sus artículos.

Las Crónicas Indígenas en El Mundo.

Ruano, caleidoscopio de tiempos y lugares

carlosmarmol · 6 octubre, 2023 ·

No es nada fácil hacer una biografía –un género que, como dijera Borges de la metafísica, es una rama más de la literatura fantástica– sobre un personaje que rara vez cuenta la verdad última de las cosas, sobre todo cuando escribe, que es a diario, y se confiesa a medias. Un tipo que se adora, se embellece, se adorna y, aspirando a cincelar un busto egregio, a inmortalizar su rostro, queriendo legar una imagen bella, termina condensando en su persona el arquetipo del escritor de época. España, en el arco de principios del siglo pasado y comienzos del tardofranquismo, como dijera Umbral, que lo copió todo de él: la calculada impertinencia, la melena niña (cuando la hubo), la dicción, los cafés, los periódicos y los tranvías. César González-Ruano, monarca de la columna, fue un modelo literario tanto para quienes lo admiran como para aquellos otros muchos que lo detestan. Consideren el fenómeno una forma de trascendencia post-mortem: la cancelación del adversario, igual que la damnatio memoriae de los romanos, no es más que una forma de homenaje inverso. Para despreciar a alguien, o prohibir su nombre, hay que tenerlo en consideración. Y eso es lo que ha hecho Javier Varela, que firma La vida deprisa (Fundación Lara), una biografía sobre el cónsul de la Edad de Oro del articulismo, antes de que en los periódicos comenzase la era de los politólogos. 

Las Disidencias en La Lectura.

Arqueología y leyenda de Nueva York

carlosmarmol · 10 febrero, 2023 ·

“De cuando en cuando, para espantar los pensamientos de muerte y desolación, me levanto temprano y me acerco al mercado de pescado de Fulton. Suelo llegar hacia las cinco y media y me doy una vuelta por el mercado viejo y el mercado nuevo (…) A esa hora, poco antes de que comience el trajín, en los puestos rebosantes se amontonan entre cuarenta y sesenta especies de pescado y marisco procedentes de la Costa Este, la Costa Oeste, el Golfo de México y media docena de países extranjeros. El amanecer brumoso de los muelles, el jaleo que arman los pescaderos, el olor a algas y el espectáculo de esa abundancia me producen siempre un bienestar que a veces raya en la euforia”. Josep Mitchell (1908-1996) era un tipo extraño y sencillo. Le bastaba mezclarse con la realidad, en este caso en uno de los vientres de la Nueva York que existió entre los años treinta y los sesenta, emparedada entre el crack de la bolsa de Wall Street y la cultura pop, para reconciliarse con la trascendencia de la existencia. De inmediato olvidaba, aunque fuera de forma pasajera, los sinsabores de su profesión –el periodismo de batalla–, que le obligaba a caminar sin descanso, hablar con desconocidos y resumir sus impresiones en unas cuartillas, no siempre pagadas como debieran. Con una trayectoria tan ordinaria, nadie hubiera dicho que en su estrecho esqueleto –cobijado de los fríos y el relente del Hudson por un terno de tres piezas, al que coronaba un sombrero Stetson– habitaba el Homero que escribiría la epopeya (sin épica) de la gran metrópolis norteamericana de principios del siglo XX.

Las Disidencias en Letra Global.

La Barcelona ‘zelestial’

carlosmarmol · 2 febrero, 2023 · Deja un comentario

El periodismo es una forma pacífica, sin dejar de ser incendiaria, de sembrar el pánico. A eso, y no a ninguna otra cosa distinta, nos dedicamos los que (todavía) tenemos como único oficio escribir en los periódicos, frente a aquellos que aparecen en los medios –muchachos, habitamos en una maravillosa galaxia transmedia donde disfrutamos de la esclavitud del periodismo multitarea– para darse un poco de lustre (imposible) a sí mismos. En efecto: es la inmensa falta de cariño la que puebla las redes sociales. La distinción entre los primeros y los segundos parece nítida: los periodistas ancien régime –que somos los realmente modernos, porque trabajamos a la contra– sabemos reírnos de nosotros mismos. Siempre. Llevamos años haciéndolo a fuerza de practicar la ruleta rusa de la sinceridad hasta donde tolera nuestra temeridad, que es considerable; los otros, llamémosles nativos digitales, en general funcionan como retrógrados (naturales) dada la exigencia actual de ser correcto y no ofender a nadie. Internet ya no es una república de libertos ni una suma de falansterios. Es una gran red (comercial) donde existe la censura tribal y, para progresar, conviene no importunar a nadie. Extraña manera (imposible, de hecho) de ejercer este viejo oficio de la irreverencia por escrito. Pero, como diría Kurt Vonnegut, “so it goes”.

Los Aguafuertes en Crónica Global.

Mariana Enríquez y la mitología de boliche

carlosmarmol · 30 diciembre, 2022 · Deja un comentario

A determinada edad, una vez (de)mediada la madurez, uno aprende que cumplir años trae, además de nuevos quebrantos, distintos privilegios. El primero es continuar vivo. Pisar la tierra. Respirar. El segundo consiste en saber con quién puedes ir a tomar café –lo que implica también su contrario– y el tercero, last but not least, asesinar sin complejos los viejos mitos de la juventud y la adolescencia, quedándote únicamente con los imprescindibles. Esta purga, que viene a ser algo así como revolver los fantasmas del pasado, tiene la ventaja de destilar las influencias realmente perdurables. Prescindes de los caprichos pasajeros e instauras, ya para siempre, como un monarca absoluto, el rosario de tus devociones vitales. La lista, por supuesto, se reduce y mengua, pero casi siempre mejora: los libros, canciones, personas, trabajos, costumbres y vicios que te han acompañado hasta ese instante, aquellos que con el tiempo forman parte de tu sustancia, se asientan definitivamente. Ya sabes cuál es tu canon íntimo. Crecer es expurgar tu propio Parnaso. Y, al igual que cuando ordenas un cuarto, al terminar la tarea descubres que la perfección tiene un rostro minimalista. Todos podemos vivir –y sobrevivir– con pocas cosas. Basta descubrir cuáles son las esenciales. 

Las Disidencias en Letra Global.

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Ilustraciones: Daniel Rosell