Los nuevos años veinte, que aún no sabemos si serán felices o desgraciados, comenzarán con un gobierno de coalición PSOE-Podemos cuyo verdadero rostro es, en realidad, el de una alianza más amplia, si incluimos en la mayoría a los nacionalistas vascos y a los republicanos catalanes, dispuestos a facilitar la investidura a cambio de las correspondientes transacciones políticas. Sin duda, será el primer Ejecutivo con vocación duradera tras un largo rosario de presidentes y ministros en funciones. La inestabilidad, desde 2015, ha sido la nota dominante en la sinfonía de la vida pública española. Pero no está descartado que no continúe siéndolo. Que el inminente Gobierno vaya a nacer con aspiración de permanencia no significa que vaya a ser longevo. Eso dependerá del tiempo y de las circunstancias. Su solidez interna estará sometida a prueba desde el primer día, dados los antecedentes que precedieron a la repetición electoral de noviembre y a la enorme complejidad del avispero político catalán. Enfrente tendrá una oposición que, además de parlamentaria, va a ser fundamentalmente territorial.
Política
La desgracia en pretérito
Shakespeare, que es infalible, dejó dicho -por personaje interpuesto- que cuando la desgracia nos alcanza nunca lo hace sola, sino con la forma de un sinfín de batallones. Se trata de un augurio acertado. Sobre todo en el caso de Su Peronísima (marchita), que celebra (es un decir) el primer aniversario de su expulsión de Il Quirinale (por decisión de los andaluces, que dieron la mayoría parlamentaria a las derechitas rumberas) y doce meses (casi exactos) de irrelevancia política. Enhorabuena. La vida, desde luego, tiene un extraño sentido de la ironía: quien ejerció -sin piedad y por herencia digital- el poder absoluto en la Marisma durante el último lustro tiene ahora que mendigar un protagonismo que no se debe a sus actos, sino a un tiempo perdido para siempre en el calendario inmisericorde de los días.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
Las guerras territoriales
Ya va siendo hora de enfrentarnos a la verdad: el modelo autonómico español, que fue una concesión política (en buena medida innecesaria) para hacer verosímil el gran teatro de la Transición, un modelo sustentado en la Corona, el bipartidismo y la sobrevaloración electoral de los nacionalismos, es la causa última de la pesadilla –burocrática, política y social– que padecemos desde hace cuatro décadas. Acostumbra a decirse que este marco político, fruto del pacto (con significativas renuncias), está detrás del origen de la mayor época de prosperidad (económica; en materia social habría bastante que discutir) de nuestra historia reciente. Este argumento obvia la estación término del proceso: el colapso de la crisis de 2010, con los consiguientes quebrantos para la población más desfavorecida, el intenso empobrecimiento de las clases medias y la resurrección de tensiones políticas (en buena medida atávicas) que creíamos resueltas. Hace falta proyectar la foto completa de España –incluyendo la faz del país durante la última década– para ser justos (en lugar de interesados) a la hora de emitir juicios. Los padres fundadores, a los que llevan dibujándonos como santos en vida desde hace cuatro decenios, quizás tuvieran la mejor de las intenciones, pero lo cierto es que su modelo requiere una reforma sustancial. Ni admite más parches ni puede quedarse como está.
Los Aguafuertes en Crónica Global.
La cabalgata del cambio
¡Aleluya, marismeños! ¡Vivimos (con alegría) el tiempo del Adviento! Y, como marca la tradizione, estamos (absolutamente todos) expectantes ante lo que nos deparará esta Navidad de veinte grados a la sombra que no es obra del cambio climático, sino resultado (indudable) de que el cambio (sin cambio) es un hecho en la República Indígena. ¿Piensan que lo decimos con ironía? En absoluto. Lo creemos con fermezza. Todos los indicios, igual que las estrellas que anunciaron en el cielo el nacimiento del Redentor, lo corroboran. ¿Se han fijado, sin ir más lejos, en la felicitación navideña del Il Quirinale? Es una obra de arte: fondo inmaculado con, a siniestra, una imagen de la Adoración de los pastores de Murillo del Museo de Bellas Artes y, a diestra, un lema entrañable: “Feliz Navidad y Feliz Año 2020 en una Andalucía mejor para todos”. Bajo el mensaje, la firma del Reverendísimo, del que sospechamos que en la escuela era un lince con los cuadernos de caligrafía, a tenor de su extraordinaria capacidad para trazar hasta cuatro líneas horizontales, cuatro, bajo su nombre. Más clásico, imposible.
Las Crónicas Indígenas en El Mundo.
La conversión (andaluza) de Cs
La política, según la práctica contemporánea, ya no es cuestión de coherencia ni de principios. Es la consecuencia de las circunstancias. Esto explica que los líderes políticos cambien de opinión y proclamen un día una cosa y, al siguiente, defiendan la contraria sin empacho. Al cabo, muestra que tener ideas resulta un estorbo, cuando no una anomalía. El verdadero juego del poder obliga a seguir las rigurosas leyes de la realpolitik, afortunada denominación de Otto Von Bismarck que no es sino la versión diplomática del pragmatismo de Maquiavelo, practicado –en tiempos y espacios distintos– por personajes como Richelieu, el Conde Duque de Olivares o Deng Xiaoping, que sintetizó esta certeza con la famosa imagen del gato que, con independencia de su color, debe su existencia al hecho de cazar razones.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.
