[Variaciones de un paseante sobre un viejo motivo estoico]
“Todo lo que nos enseñaron es falso. La prueba la encontramos todos los días en todos los dominios: en el campo de batalla, en el laboratorio, en la fábrica, en los periódicos, en la escuela, en las iglesias. Vivimos enteramente en el pasado, nutridos de pensamientos muertos, de credos muertos, de ciencias muertas. Es el pasado, no el futuro, lo que nos devora”.
Henry Miller. El tiempo de los asesinos.
Te lo has dicho a ti mismo demasiadas veces, casi sin llegar a comprenderlo del todo: el futuro es lo único que te pertenece aunque no haya futuro, no vayas a encontrarlo nunca y ni siquiera lo adivines. El año acabará dentro de pocos días. El terrible heraldo de las alas muertas, al que esperabas desde hace tanto tiempo, no ha consumido el tiempo que tenía establecido y aún tiene la generosa osadía de brindarte más regueros de sangre; sucesivos, como diapositivas blancas proyectadas sobre una profunda oscuridad: niños muertos a balazos en un instituto norteamericano, un emperador negro llorando por televisión, un político despreciando a quienes representa o extorsionando a los que le pagan con una sonrisa cínica; infinidad de luces de colores concebidas para confundir a los habitantes de la aldea inmediata. Un tren de juguete que tapona una calle llena de funerarias. El habitual ramillete de malas noticias.