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Letra Global

Dylan, los años oscuros

carlosmarmol · 10 octubre, 2021 · Deja un comentario

“Sólo soy un tipo que canta y baila”. La frase provocó una inmensa carcajada colectiva en la enorme sala de prensa. San Francisco, invierno de 1965. Bob Dylan, que apenas un año antes había dicho adiós, sin drama ni nostalgia, a la tradición folk gracias a la cual dominaba el prodigioso arte de escribir canciones y había compuesto una música nueva y, al tiempo, antigua que le condujo rápidamente a los altares de una cofradía de devotos, que proyectaban sobre su figura los sueños de toda una generación sin sospechar que aquel nuevo Rimbaud era un inteligentísimo farsante, estaba entonces en la cima de su carrera como artista. Ese año había publicado dos de los míticos discos de su trilogía mercurial –Bringing It All Back Home y Highway 61– y estaba componiendo las canciones de Blonde on Blonde, su Summa Theologica, que grabaría en Nashville meses después. La fortuna le sonreía, la crítica le elogiaba, los intelectuales lo imitaban, las mujeres le adoraban –él también a ellas– y el mundo, desde reyes a mendigos, lo consideraba –especialmente una parte de la izquierda– un profeta infalible. Él, sin embargo, jugaba a no darse demasiada importancia y se burlaba en público de su leyenda, que todavía no se había convertido ni en flor ni en castigo.

Las Disidencias en #LetraGlobal.

Dante en Campaldino

carlosmarmol · 3 octubre, 2021 · Deja un comentario

Los poetas, antes de convertirse en inquilinos del monte Parnaso o quedar encerrados y mudos para siempre en el interior de las estatuas, son –acaso siguen siendo– personas indudablemente terrestres. Igual que cualquier otra. Lo que los ha convertido en inmortales,  condición que no deja de ser una suerte de ficción transitoria, es su talento para transformar sus experiencias humanas, comunes a todos nosotros, en arquetipos universales a través de la práctica de las bellas artes. En el caso de la poesía, la primera y mayor de ellas, este proceso alquímico obra su magia mediante el infalible poder de las palabras. Osip Mandelstam, poeta ruso, lo formula así en su breviario Coloquio sobre Dante (Acantilado):

“El discurso poético es un proceso cruzado y se genera a partir de dos sonoridades: la primera, audible y perceptible para nosotros, consiste en la transformación de los instrumentos que surgen en el transcurso de su impulso; la segunda sonoridad la constituye el propio discurso; esto es, el trabajo fonético y entonacional realizado por esos instrumentos”. 

Parece una descripción técnica, pero también es exacta.

Las Disidencias en #LetraGlobal.

Kant y el crepúsculo de la sabiduría

carlosmarmol · 25 septiembre, 2021 · Deja un comentario

La muerte, esa dama blanca, hija secreta del tiempo y de la mala fortuna que a todos nos alcanza, es la visitante más impertinente que existe. Nunca la esperamos, pero se presenta en nuestra casa sin estar convidada. El día que se anuncia, dejamos de estar. Mientras llega ese momento –una larga espera que puede durar todos los siglos que caben en un segundo– va acorralándonos poco a poco contra la pared de lo irremediable. Es curioso: nos pasamos la vida cambiando (generalmente, sin desearlo) y en la hora final lo que nos parece más terrible de nuestro ocaso es que, a partir de un determinado instante, sabemos que la infinita cadena de transformaciones anímicas –eso es la existencia– se clausura para siempre, petrificando lo que fuimos e impidiéndonos ser distintos. El sendero va estrechándose cada día que pasa para todos. No respeta absolutamente a nadie. Ni siquiera a los más sabios. No hay vida que pueda ser enjuiciada desentendiéndonos de su estación término, del punto final de la rueda. Todo esto es cuento viejo, como diría Günter Grass, pero, igual que la Biblia resume la historia de la humanidad, un único deceso es la muerte de todos los hombres. Sobre el crepúsculo de uno de ellos –Immanuel Kant– escribió en 1827 un perfil biográfico Thomas De Quincey.

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La catedral de la Gran Sodoma

carlosmarmol · 19 septiembre, 2021 · Deja un comentario

Los grandes historiadores, expertos en los hechos del pasado y profetas involuntarios del porvenir, han ido construyendo a lo largo del tiempo el relato del pretérito como si fuera un inmenso mosaico compuesto por la suma –no siempre armónica– de distintas teselas. Cada una de ellas tiene un significado autónomo, ya sea episódico o metafórico. Pero, en su conjunto, estos mismos fragmentos independientes conforman un mural que, igual que un lienzo de grandes dimensiones, nos permite entender la totalidad simultánea de la realidad sin perder de vista la óptica de lo concreto. Es entonces cuando descubrimos que no es la Historia la que construye a los hombres. Sucede lo opuesto. Son los seres humanos –ciertos, prosaicos, sanguíneos– quienes escriben sus vidas, su tiempo y, al final, esculpen la línea de la Historia Universal, tan cargada de infamias. Las tragedias que nos anteceden, embriones de las que están por llegar, que serán distintas pero no dejarán de ser análogas a aquellas que han sufrido otros antes, suelen tener una explicación compleja, pero su génesis puede ser extraordinariamente simple.

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Anna Caballé y sus señales de vida

carlosmarmol · 11 septiembre, 2021 · Deja un comentario

“Los cementerios” –decía Napoleón con un envidiable humor negro– “están llenos de gente imprescindible”. También lo están las bibliotecas. ¿Cuál es la diferencia entre ambos mundos? Diríamos que consiste en la distinta naturaleza del intermezzo: esa pieza musical menor, casi de circunstancia, que se programa como paréntesis entre dos obras mayores. Que la vida es un entremés emparedado entre una comedia y una tragedia lo averiguamos al alcanzar esa edad terrible en la que sabemos cuál es la última vuelta del camino. Lo presentido se convierte entonces, si la diosa Fortuna acompaña, en una expectativa vagamente tardía, pero en absoluto abstracta. El sendero se termina. Nada es más concreto que un punto y final. En los camposantos, bajo cruces, cobijamos los despojos de los que eran iguales a nosotros. En cambio, en los libros resiste lo mejor de aquellos que se fueron: pensamientos, vivencias y sentimientos tan individuales como compartidos. Páginas tan vivas como sus días, huidos para siempre. Por eso extraña que durante siglos, casi hasta el presente, haya existido una evidente disociación entre lo que se considera alta literatura y el caudal fecundo de estas narraciones testimoniales, memorialísticas y biográficas que se enmarcan dentro de lo que los teóricos del arte literario denominan el cuarto género (por oposición a la tríada clásica).

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Ilustraciones: Daniel Rosell