“Los que tienen almibarada la lengua, váyanse a lamer con ella la grandeza estúpida y doblen los goznes de sus rodillas donde la lisonja encuentre galardón”.
William Shakespeare. Hamlet.
Poner la voz, el talento (si lo hubiere) o la inteligencia al servicio de una causa, aunque ésta pueda ser equivocada, al contrario de lo que se dice en Sevilla, es un acto noble. Honrado. Sobre todo si el compromiso es voluntario y nace como consecuencia de la convicción, no del interés. En la vida, donde casi todas las guerras están perdidas de antemano, sólo puede aspirarse a hacer aquello que se crea correcto, sin preocuparse por lo que pensarán, dirán y harán aquellos que no compartan tu mismo punto de vista. Si uno sabe realmente quién es, también sabe el motivo por el cual hace determinadas cuestiones. Tal certeza no es un consuelo: no ayuda a triunfar, más bien al contrario, pero al menos funciona como un antídoto eficaz frente a la peor traición que existe, que es la que uno puede cometer contra sí mismo.