Vivir de escribir no es que sea un sacerdocio o un capricho. Es que es imposible, un puro milagro, un deseo nada pragmático en los tiempos que corren, que han corrido siempre. Sólo hay un método: la prostitución literaria. En ésas andamos: escribiendo artículos, reportajes, análisis, biografías, retratos, reseñas, cosas, lo que caiga, algo hay que hacer, coño, algo hay que hacer. Peor es quedarse quieto. Prosa retentum, venenum est. A veces la prosa surge como un metal noble ardiendo: líquida, fluida, cortante a ratos, con imperfecciones, pero propia, distinta, viva.
Literatura
Desvarío y bendición
El esqueleto esencial de estas disidencias son los recuerdos. La memoria. A medida que van pasando los años es más selectiva y frágil, pero sigue contaminada por el vicio de la literatura, por lo que, a estas alturas del sendero, cabe dudar de que se sostengan solas, sin necesidad de un bastón. De ahí que cada cierto tiempo reincidan, como los delincuentes, en los libros de lance, los viejos libros antiguos que, sin ser medievales ni estrictamente clásicos, desaparecieron demasiado pronto de eso que los periodistas llamamos la actualidad.
‘Return to classics’
Remando al viento, que no es cosa fácil, uno termina casi siempre volviendo a los clásicos. En materia de elección literaria la libertad es la única norma que uno está dispuesto no sólo a respetar, sino a pelear con pacífica violencia. Hay quien considera que reincidir en los clásicos es un defecto snob, algo elitista, artificial incluso. Es la idea de quienes creen que todavía quedan ínsulas por descubrir. En literatura está todo dicho. La innovación consiste en decirlo de otra forma. Quien ha leído bien a Cervantes sabe que ninguna de las novedades editoriales, que se suceden en exceso incluso en estos tiempos de carestía, puede superar la inteligencia y la ironía de nuestro novelista mayor.
Memorialismo galante
Los hombres, de cierta manera, somos las mujeres que hemos amado. Por exclusión, también las que jamás conseguimos amar. En materia femenina, hasta el más exitoso varón no deja de ser un engañado, un iluso, un aprendiz. El arte de la seducción nos sitúa casi siempre en el lugar del meritorio. A ellas, en la cúspide. Seducir es un atributo femenino; cuando es un hombre quien practica el ritual por lo general se convierte en un cazador cazado, en un romano que antes ha sido griego, en un becario.
Los escritores ciegos
Los que no sabemos muy bien qué hacer con nuestra vida gastamos buena parte del tiempo leyendo libros, opúsculos y hasta los recetarios de las medicinas. El caso es leer. Uno se pregunta de dónde diablos viene este vicio secular que lo ha tenido infinitas noches sin dormir, bajo luces eléctricas, o perdiéndose el paisaje de la ciudad natal mientras devoraba los versículos signados por los muertos, como decía Quevedo, en un pergamino o en gavillas hechas de papel húmedo.
