En los predios municipales, donde andan faltos de cariño porque la hora de todos, que diría el gran Quevedo, se aproxima sin que haya saldo decente, están muy contentos porque Lonely Planet, la empresa de guías de viajes, una de las más reconocidas del mundo del turismo, ha tenido el detalle, por supuesto sin que medie acuerdo económico alguno, de eso podemos estar seguros, de elegir a Sevilla como destino urbano preferente de todo orbe para los viajeros en 2018. Ha sido oír nuestra nominación y escucharse un grito de alegría infinito en el Consorcio de Turismo -o como se llame ahora-, el hotel Inglaterra y alrededores.
Urbanismo
El decreto de las maravillas
En Sevilla tenemos un concejal de Seguridad Ciudadana, Movilidad y Fiestas Mayores, el señor Juan Carlos Cabrera (PSOE), que no nos lo merecemos. No. En la historia reciente hay un antes y un después desde que él llegó al cargo y se entregó, como otros muchos ediles anteriores, a los tiernos requiebros de los costumbristas (interesados en su propio ombligo) y todos, de forma súbita, se olvidaron de que en tiempos no muy lejanos era conocido, sobre todo, por ser alguien cercano a Blas Ballesteros, ese animal mitológico del PSOE indígena que aún sigue cobrando de las arcas públicas sin más méritos que hacer los correspondientes favores a quien se los reclama. Cabrera fue director del Instituto del Taxi, que es una institución reposada y donde prima la educación florentina. Decimos que tenemos un concejal impar y épico porque el pasado viernes, con la luz débil de un otoño que por desgracia para todos no termina de llegar, el hombre cogió la pluma -esperamos que Mont Blanc- y rubricó, sin temblarle el pulso un punto, un decreto. Sí señor, un decreto. Un señor decreto.
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El iceberg del terror
El miedo es el lenguaje más universal que existe. No necesita palabras ni gramática. Basta con sentirlo. Tras los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils, que vuelven a situar a España en zona de guerra abierta, en Sevilla ha vuelto a evocarse el escalofrío colectivo de la última Semana Santa, rota por un miedo tan atávico como ficcional. El problema es que este pavor, por fortuna subjetivo, pueda convertirse cualquier día en cierto. El alcalde trata de evitarlo pidiendo calma: «Las administraciones se toman enormemente en serio la seguridad y los dispositivos policiales se refuerzan ante los grandes eventos». Queremos creerle, pero los indicios no casan exactamente con una afirmación tan categórica que, por otra parte, vincula la seguridad ciudadana exclusivamente a la Semana Santa y a la Feria, obviando que la ciudad va a tener que lidiar a partir de ahora con esta cuestión durante los 365 días al año.
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El Parnaso de Triana
Leemos en las gacetillas locales, que forman parte de nuestros divertimentos cotidianos -los extraordinarios, como comprenderán ustedes, no los vamos a contar aquí en público-, que la concejal encargada de Triana, el único barrio de Sevilla que se cree distinto a la capital de la República Indígena, siendo en realidad idéntico, está estudiando -seriamente, suponemos- una propuesta, vaya usted a saber de quién, aunque lo sospechamos, para crear en uno de sus benditos enclaves, tan elogiados por nuestros ‘poetas florales’, una especie de paseo de la fama dedicado «a sus hijos más ilustres». De entrada, no parece una denominación ‘inclusiva’, pero, como no somos de la policía lingüística del ‘susanato’, lo dejaremos pasar, aunque esperamos que no se repita; más que nada, por el porvenir político de la concejal del PSOE.
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La ‘flânerie’ sevillana
El urbanismo, en Sevilla, va como un tiro. Es tan rápido que la vista del hombre común no alcanza a distinguir el extraordinario movimiento -la actividad, el desarrollo, la velocidad cuya poesía descubrieron con su canto a la máquina los futuristas italianos- del reposo. Aparentemente, no ocurre nada. Y, sin embargo, sucede. Ya lo creo que sucede. El equipo municipal que nos gobierna anunció este lunes, sin miedo a la canícula de agosto, y tras el tórrido mes de julio, que va a comenzar sin demora «los trámites para contratar un plan de accesibilidad universal». Trascendente, ¿verdad? Preguntamos en qué consiste la cosa. Nos explican que se trata de «un documento maestro» para analizar «las barreras que dificultan el movimiento de las personas y determinar prioridades para resolver este problema».
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