Lo que la política separó lo va a terminar uniendo el Supremo. Y quizás también una hipotética sentencia judicial que puede ser la puntilla para un PSOE en riesgo cierto de atomización.
Las Crónicas Indígenas del sábado en El Mundo.
Lo que la política separó lo va a terminar uniendo el Supremo. Y quizás también una hipotética sentencia judicial que puede ser la puntilla para un PSOE en riesgo cierto de atomización.
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Gobernar es tan fácil, y tan difícil, como leer. Hacer política tiene cierta semejanza con el acto de ponerse delante de un libro y escuchar a los muertos con los ojos, como escribió Quevedo.
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Polibio escribe en su Historia del ascenso de Roma: «La humanidad no posee mejor regla de conducta que el conocimiento del pasado». Todo está inventado hace siglos. El pretérito nos ofrece una imagen inquietante del porvenir pero no resuelve la gran incógnita: ¿será el futuro menos malo que este turbio presente?
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Te despiertas y te encuentras con el vacío. Debes llenarlo. Tienes donde elegir: puedes leer, dejarte caer por el mercado, tomar el sol en un parque sucio, maldecir a los vecinos o preguntarte a quién diablos te toca atracar hoy. La crisis nos ha convertido a todos en asaltantes de caminos: salimos a la calle como tiburones pacíficos en busca de un alimento llamado porvenir que la realidad insiste en negarnos. Es lo propio de estos tiempos mezquinos: los hombres buenos se convierten en santos; los malos, en miserables. Hay gente que incluso vuelve a creer en Dios. Pero nadie puede huir infinitamente del destino ni del tiempo: cuando las cosas se ponen difíciles el índice de la moral propia se relaja, las normas se relativizan y empiezas a ver a esa gente que, mirando al suelo y con cara de beato, te dice que te va a asesinar dentro de un rato, pero que no es nada personal. Ni siquiera son ya negocios, sino supervivencia. O caes tú o los tumban a ellos.
Fernando Savater, el filósofo, escribió una vez que la enseñanza es inútil si no existe una verdad cierta que transmitir, si todo es más o menos verdad, o si cada cual tiene su verdad igualmente respetable y no se puede decidir –racionalmente– entre tanta diversidad de opiniones. Parece cierto: las jerarquías intelectuales existen aunque la mal entendida política de igualdad a veces insista en confundir las oportunidades con los resultados. No son lo mismo. Todos deberíamos tener en nuestra vida las mismas opciones, pero el resultado de nuestras hazañas dependerá de cómo seamos y del azar, la máquina que mueve el tiempo.