En política, lo mismo que en la vida, andar jugando con las cosas de comer es un hábito que causa disgustos y, de forma infalible, termina provocando graves discordias familiares. Si la España autonómica, que nada tiene que ver con la federal, como falsamente proclaman los interesados en que la sociedad no distinga lo que ha votado de aquello que se construye en contra su voluntad y hasta de sus intereses, puede equipararse a una congregación, lo cierto es que la política territorial del Gobierno no ayuda a la concordia ni contribuye a la cooperación. Al contrario: alimenta los agravios –reales o imaginarios– entre supuestos iguales que nunca lo han sido de facto, pero hasta ahora al menos tenían la estéril ilusión de serlo de iure. Esta es la primera consecuencia de la asimetría consentida que la ministra de Hacienda, la sevillana María Jesús Montero, ratificada (sin primarias) hace ahora una semana como nueva líder del PSOE meridional, camufla en una operación con distintas etapas que tiene en la quita de la deuda autonómica su primera fase, y que depende de una mayoría parlamentaria que, en estos momentos, cuando se celebra el 28F en Andalucía, no está en absoluto garantizada.
Los Cuadernos del Sur en La Vanguardia.