La trayectoria política de Luis Salvador (Córdoba, 1963) es una suerte de bitácora del súbito naufragio de Cs en la Marisma. Hasta esta semana ha sido el alcalde de Granada con votos pertenecientes a electores que eligieron a otro candidato, en lo que podría considerarse un caso mayúsculo de escabeche institucional, que es el que avalan -en función del interés fenicio- las direcciones de todos los partidos políticos. Tras medio mandato disfrutando de la púrpura nazarí, desahuciado por sus antiguos aliados y olvidado por sus efímeros valedores, ha tenido que dejar el zucchetto municipal, poniendo la presidencia del Consistorio al alcance del PSOE. El arco entre ambos instantes, su toma de posesión y el ceremonial de la dimisión, traza una línea discontinua que va desde las sombras a la luz, hasta apagarse definitivamente. No puede decirse que sea el itinerario de una epopeya.
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