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The Objective

Francisco Umbral, resucitado en carne y espíritu

carlosmarmol · 21 febrero, 2024 ·

El hombre es el estilo, proclamó el conde Buffon una mañana de agosto de 1753 ante el docto y selecto auditorio de la Académie Française, cuna y placenta del idioma en el que escribieron Montaigne, Gide y Proust. Buffon, por supuesto, no se llamaba Buffon (que era su título, no su nombre), sino de otra forma mucho más terrestre: Georg-Louis Leclerc. “La gloria”, sostuvo ese día ante los inmortales de las letras, “no es un bien si uno no es digno de ella”. Francisco Umbral (1932-2007), último héroe de la estirpe de los grandes escritores de periódicos, poeta camuflado bajo un océano de prosa esculpida en columnas, libros, crónicas, diarios, auténticas entrevistas inventadas o memorias (“algo hay que hacer, coño, algo hay que hacer”, escribía en su excelente Trilogía de Madrid), nunca llegó a la Academia de la Lengua, pero no le hizo falta la sanción académica, que sin duda ambicionó desde su eterna condición de niño grande de la inclusa (hijo de madre soltera, fruto de un adulterio secreto), para trazar una raya en el agua de la literatura entre finales del franquismo y los albores de la democracia. Umbral era algo así como un agente doble: por un lado, el escritor (muy profesional) que actuaba como tal con obstinación, movido por un resorte oculto; por otro, Pérez (su verdadero apellido) que era el esqueleto, por lo general demasiado sensible a los fríos, que lo cobijaba.

Las Disidencias en The Objective

Arthur Koestler, desertor de utopías

carlosmarmol · 14 febrero, 2024 ·

Existe un vínculo, que casi siempre se nos presenta bajo la forma del malentendido, entre la inteligencia y el suicidio. Tiende a creerse que un genio nunca se daría muerte a sí mismo y, sin embargo, no son pocos los escritores, los artistas y los pensadores que, llegado el instante decisivo, prefieren renunciar voluntariamente a la vida para ir en busca de una buena muerte. Le ocurrió a José María Arguedas, el escritor peruano de Los ríos profundos, apóstol del indigenismo. Fue el caso de Empédocles, del que se cuenta que se lanzó al cráter del Etna buscando regresar a la naturaleza. De un disparo se quitaron la vida –en siglos distintos– Larra y Hemingway. Virginia Woolf se ahogó en la turbia corriente de un río. Ángel Ganivet, tras ver cómo la sífilis paralizaba su cuerpo, se lanzó desde un barco al mar helado de Riga. La lista es interminable: Pavese, Sylvia Plath, Walter Benjamin, Horacio Quiroga o Violeta Parra –la hermana de don Nicanor, el gran antipoeta– abandonaron este mundo con este gesto que desafiaba a su destino y, a la vez, enmendaba la tradición (cristiana) que censura la muerte inducida, el único problema filosófico –al decir de Camus– que es realmente serio. De esta nutrida galería de brillantísimos suicidas, gente que no quiso esperar a morirse, como hubiera dicho Unamuno, sobresalen dos personajes: Stefan Zweig y Arthur Koestler.

Las Disidencias en The Objective.

Noticia de Sefarad, la (otra) España sin patria

carlosmarmol · 8 febrero, 2024 ·

Existen dos maneras (esenciales) de contar una historia: la narración lineal o cronológica, y el relato fragmentado, que sitúa el arranque de su cuento a partir de un suceso para buscar en dirección al pretérito sus anales o perseguir hasta el presente su desenlace. En el caso de la historia de la cultura hebrea en España, elegir entre cualquiera de estas dos opciones resulta una tarea imposible: tanto si se opta por la primera como si se elige la segunda, confiados en el sortilegio del misterio, ambas estarán contaminadas por el decreto de los Reyes Católicos que en el Año (del Señor) de 1492, cumplido el mes de marzo, puso fin a una España en la que cohabitaban, no siempre de forma pacífica ni candorosa, distintos credos y religiones. Al mismo tiempo que los judíos abandonaban sus haberes en Castilla y Aragón nacía el mito de Sefarad, el anhelado hogar perdido de esa (otra) España que quedaba huérfana y sin patria.

Las Disidencias en The Objective.

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Ilustraciones: Daniel Rosell