Sir Francis Bacon decía que los viajes, durante la juventud, son una parte de la educación, mientras que en la vejez constituyen una prueba de la experiencia. Si fuera cierto, cosa que a nosotros nos parece indudable, bien podría decirse que en Sevilla no tenemos demasiadas letras ni la experiencia, al contrario de lo que dice el refrán, es siempre un grado. Por lo habitual, en esta ciudad se viaja poco y mal. Hasta hace unas décadas nuestras élites apenas si salían de los estrictos límites hispalenses. Ahora, cuando las nuevas generaciones se marchan a buscar el incierto futuro fuera a falta de sustento patrio, se viaja por obligación, igual que si fuera una condena. Alejarse de Sevilla para crecer en lo personal y profesional, un cursus honorum que todos deberíamos hacer al menos una vez en la vida, sigue viéndose como una maldición en lugar de como un regalo que nos permite aprender, comparar las enseñanzas adquiridas y reformular nuestra propia idea del terruño.
Economía
La gesta del calendario
Zoido ha tenido una feria del turismo triunfal. El alcalde se marchó a Madrid, que es donde se celebraba Fitur, recibiendo críticas porque redujo la oferta de Sevilla a tres cuestiones: flamenco, tapas y congresos. No debieron de gustarle demasiado los comentarios al respecto, sobre todo alguno que procedía de analistas afines a su causa, porque el hombre estuvo el resto de la semana reiterándose: Sevilla es la mejor ciudad del mundo. Anunció que invertirá más dinero en promocionar el aeropuerto y presumió de que la ciudad acogerá 17 congresos durante los próximos dos años con un impacto económico teórico de 40 millones de euros. Las cuentas, por supuesto, las hace su gente.
Quemar las naves
Es una tragedia silenciosa. Sin eco. Privada. El paro juvenil, igual de terrible que el ordinario, pero con un punto más intenso de nihilismo, ha subido en Sevilla por encima del 41%. Más de 131.000 jóvenes con menos de 35 años, que es la edad oficial a la que se deja de serlo a efectos administrativos, no encuentran un empleo. ¿Le importa a alguien? A ellos. Y a sus familias, sospecho. A los que no parece preocuparle mucho es a los políticos indígenas, que continúan dentro de su círculo endogámico. En la Junta se arropan con la bandera blanca y verde, como si la autonomía fuera un Estado menor. En la Plaza Nueva celebran como niños tontos el éxito de que haya mucha gente que se para a mirar las bombillas encendidas en la calle.
Zoido ‘returns’
Zoido vuelve. ¿Es que se había ido a algún sitio? En realidad, y pese a las apariencias, nunca había estado. El alcalde de Sevilla, que llegó al poder tras una campaña electoral perpetua de cinco años, no ha sabido ralentizar a tiempo la rueda política y, dos años y medio después de irrumpir en la Alcaldía con brío épico, se encuentra ahora con que tiene unas elecciones municipales a la vista –dentro apenas de un año largo– mientras deja detrás suya el fracaso mayúsculo de haber devuelto al PP andaluz en una posición secundaria dentro de la política autonómica. Toda una paradoja si se tiene en cuenta que Javier Arenas ganó las elecciones regionales, aunque sin mayoría suficiente para gobernar.
Sevilla se mueve
El término no es excesivamente afortunado. Pero es el que hay. Un mero calco del inglés. Disrupción: Dícese del proceso mediante el cual algo irrumpe de forma brusca en un determinado contexto produciendo un corte radical. En español existe como adjetivo pero aún no ha sido validado por la Academia como sustantivo. Es el mantra de moda en el mundo de los negocios tecnológicos, en los que algunos creen atisbar uno de los posibles rostros de la modernidad, aunque sus facciones no estén todavía excesivamente definidas.