Caballero viene del latín caballarius. Es el término que define a aquel que cabalga, ya sea a lomos de un rocín o de una mula. Igual da. La palabra se aplica también a las personas obstinadas que no se dejan persuadir. Éstos son los denominados caballeros en propósito, en empeño, en porfía o en opinión. Como la montura es lo que da nombre al personaje completo, el sustantivo se usa como sinónimo para los rasgos de nobleza. La hidalguía, que se decía en la España del Siglo de Oro; donde carecer de montura era una desgracia. Quizás por eso, porque sin el pedestal equino algunos se sienten como si les faltara algo, el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, ha decidido que él va a seguir montando a lomos de su propio corcel. Literal y metafóricamente.
Urbanismo
El fin de la comedia
Tengas pleitos y los ganes, dice el refrán. Es justo lo que ha ocurrido. El Ayuntamiento de Sevilla ha vencido en el litigio judicial que desde 2006 mantenía con el Gobierno central por el control patrimonial de los terrenos del antiguo cauce fluvial de Los Gordales que, entre otros usos, permiten a la ciudad ubicar allí desde hace décadas el recinto de la Feria de Abril. La ciudad efímera de todas las primaveras.
La ley de la gravedad
Dos años después de la épica mayoría de los veinte empezamos a asumir la realidad. Ya era hora. El alcalde, cuyo mandato ha sobrepasado el ecuador, ha querido celebrar su segundo aniversario pidiendo más paciencia al respetable –que empieza a cansarse– y simulando dar un golpe en la mesa del urbanismo sevillano al anunciar una “actualización” del Plan General. No parece propio de alguien que lleva tanto tiempo en la Alcaldía incurrir en contradicciones de este tenor. El regidor hispalense se mueve como un péndulo: de un extremo al contrario sin dar señales de saber situarse en algún punto intermedio. Mala cosa.
La ciudad abrevadero
La retórica de la estampa sevillana identifica la felicidad en la tierra con la imagen de alguien sentado en un velador, con los amigos, una cerveza en la mano y, al fondo, el perfil de la Giralda sobre un cielo profundamente azul. De tal metáfora ha hecho tradición la estirpe –menor– de los costumbristas hispalenses, aquellos que se creen poetas a pesar de no haber escrito más que de cofradías y anuncios patrocinados de cerveza. Pues bien: todo esto es mentira. O mejor dicho: es una media verdad donde el exceso, tan sevillano, tiene una de sus más sólidas embajadas.
Elogio a la discrepancia
El español –decía Julio Camba, el maestro del periodismo gallego– es poco amigo de pensar, pero cuando piensa entonces no existe más opinión que la suya. Me acordaba de la frase el otro día cuando las gacetillas locales –los periódicos, al parecer, han muerto definitivamente– glosaban las primeras conversaciones que los grupos políticos del Ayuntamiento han iniciado en busca de un unicornio azul denominado Pacto por Sevilla: un acuerdo institucional para atenuar los males (casi bíblicos) que castigan a esta ciudad de pecados múltiples. La idea, según leo, parte de Juan Espadas, el portavoz socialista en la Plaza Nueva, que intenta marcarle el paso al alcalde –Zoido (Juan Ignacio)– con una oferta política propia, aunque sea sospechosamente similar a la que en el ámbito autonómico cada cierto tiempo plantea cuando se queda sin margen real de acción el político de turno. Griñán, en este caso. Todos aplican el mismo protocolo escolar: insistir en que es necesario firmar un acuerdo que dé la impresión a los ciudadanos de que los políticos piensan en sus problemas. Cándida ingenuidad.