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Disidencias

Borges, milonga de azul pálido

carlosmarmol · 22 octubre, 2016 · Deja un comentario

«Alto lo veo y cabal/Con el alma comedida/Capaz de no alzar la voz/Y de jugarse la vida». Jorge Luis Borges, anarquista spenceriano, escritor superlativo, un señor de porte británico que tuvo el buen gusto de nacer (involuntariamente, por supuesto) en el Buenos Aires de Almagro y Balvanera, escribió estos versos para la milonga -una pieza musical; toda una advertencia para los puristas que confunden la poesía con los libros- que dedicó a Jacinto Chiclana, un compadrito, el personaje de la orillas de la ciudad a la que canta en su primer poemario, salido de los talleres de la imprenta Serrantes en el lejano año de 1921. Trescientos ejemplares, edición de autor (pagada con sus ahorros), las páginas sin numerar e ilustración de su hermana Norah en cubierta. A Borges, entonces, sólo lo leían la familia, los amigos y los enemigos, que son los lectores más fieles que existen.

Seguir leyendo en El Mundo.

¡Es la retórica, estúpido!

carlosmarmol · 22 octubre, 2016 · Deja un comentario

La vida no es tan sencilla al fin y al cabo.
De hecho no es más que algo que leer
y con lo que encender cigarrillos.

(Bob Dylan, Tarántula)

Ha llegado el Apocalipsis. Suenan las trompetas del último día. Un humo de sal y azufre cerca el altar sagrado de las letras. La Academia sueca ha concedido el Nobel de Literatura a un músico, un puto cantautor, un maldito escritor de canciones vulgares, ordenadas a partir de la fórmula estrofa, puente y estribillo. Es el ocaso definitivo de las humanidades, la estación término. La alfombra de honor del Grand Palais, reservada para los elegidos, va a ser mancillada por Belcebú. La tierra tiembla. El cielo se oscurece. Los volcanes expulsan fuego y piedras formando una masa informe. Los profesores se rasgan las vestiduras y arrojan los birretes por las ventanas; los poetas de provincias se arrancan los ojos. Y todavía hay tipos que dicen —y escriben— que Dylan (Bob) no ha escrito libros en el sentido estricto del término, que su arte (en el caso de que lo sea) no tiene nada que ver con la literatura y mucho menos con la poesía estricta. No es lo peor: lo imperdonable, a su juicio, es que además nunca aceptó las normas del Parnaso, que en la mitología griega era un monte donde habitaban las Musas y que desde entonces es considerado la patria metafórica de los grandes poetas.

Seguir leyendo en Jot Down Magazine

La caza florida

carlosmarmol · 15 octubre, 2016 · Deja un comentario

Cortázar dice en uno de sus relatos que para él era una especie de distracción. Salir a la calle en busca de enemigos a los que cazar. Uno de esos pasatiempos a los que nos consagramos no sabemos muy bien si porque en ellos encontramos el equilibrio que a diario nos niega la vida o por pura indolencia, esa enfermedad de los domingos después del almuerzo, cuando la sobremesa no es un regalo, sino una condena. En los tiempos modernos, las distracciones son legión. Hay opciones múltiples y absurdas. La gente, por supuesto, hace lo que quiere. Faltaría más. Otros nos conformamos con lo que buenamente podemos: la frontera entre los deseos de tiempo libre y su ejercicio efectivo, como casi todo, la fija el dinero. La oferta es tan extensa que hay que seleccionar. Y, aunque la lectura sólo es una más de las opciones posibles, sigue siendo nuestra fórmula preferida: es un vicio relativamente barato, duradero y satisfactorio.

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Las partidas

carlosmarmol · 9 octubre, 2016 · Deja un comentario

El perfume de las partidas –o de las despedidas, según la terminología corriente– oscila entre la nostalgia y la incertidumbre. A mitad camino entre ambas cosas. Llega un día en el que la gente que tenemos a nuestro alrededor desaparece, se va, se esfuma. Nos pasamos la vida despidiéndonos de gente y de cosas y, paradójicamente, el ritual todavía nos causa sorpresa (en el mejor de los casos) o devastación (en el peor). Probablemente estén pensando ustedes en la muerte, esa noche oscura del alma en la que se nos arrebata todo. Lo mismo sucede en vida: la existencia es la mayor destructora de sueños que existe. Un derribo en cámara lenta, aunque para atenuar sus inevitables efectos utilicemos eufemismos, como la consoladora idea del cambio.

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Historias del páramo

carlosmarmol · 1 octubre, 2016 · Deja un comentario

Desde Virgilio, y quizás porque en nuestros genes, además del idioma, exista algún elemento inequívocamente terrestre, el campo ha tenido una lectura (literaria) de corte amable y, con frecuencia, bucólica. Uno siempre ha creído lo contrario: el campo es un territorio imposible, inhóspito, un tirano que arranca la piel a tiras a los agricultores, que son los únicos capaces de domesticarlo. Por supuesto, éste es el sentir de los niños urbanos, ajenos por completo al paso de las estaciones –en mi ciudad sólo hay dos–, ignorantes del nombre de los árboles, alérgicos al olor de los arbustos.

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Ilustraciones: Daniel Rosell